Redundancias: cuando hablar de más es hablar de más

Si alguna vez te has encontrado diciendo «sube para arriba» o «baja para abajo», ¡felicidades! Has participado en el noble arte de la redundancia. Y no estás solo. Desde los titulares de noticias hasta las charlas cotidianas, el español está repleto de palabras que insisten en aparecer donde no las necesitamos.

Pensemos en algunas de las redundancias más queridas de nuestro idioma. ¿Has oído hablar de «la cofradía del puño cerrado»? ¿O del «accidente fortuito»? O la clásica «autopsia del cadáver» (¿acaso alguien le ha hecho una autopsia a un vivo?). Ahora, antes de que la RAE nos persiga con un diccionario en la mano, hagamos una pausa. No toda redundancia es un crimen lingüístico. A veces, repetimos para enfatizar: «¡Lo vi con mis propios ojos!» (porque verlo con los ojos de otro sería bastante complicado) o «callate la boca» (no vaya a ser que alguien intente callarse el codo). Así que no, no es que hablar de más sea un pecado mortal, pero si podemos evitar los «periodos de tiempo» (porque todos los periodos son de tiempo) o los «polos opuestos» (los polos ya son opuestos, no hay polos amigables), nuestro español nos lo agradecerá.

Y si alguna vez dudas, recuerda: menos es más... salvo cuando queremos exagerar, que entonces más es más. ¿Cuál es tu redundancia favorita?

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