Día Mundial del Alzheimer

Cada 21 de setiembre se celebra el Día Mundial del Alzheimer con el fin de dar a conocer los detalles relacionados con esta patología neurodegenerativa. La fecha fue elegida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Internacional de Alzheimer (ADI, por sus siglas en inglés).

alzheimer
El Alzheimer es la forma más común de demencia,  causa la pérdida de memoria y otras habilidades cognitivas que interfieren en el comportamiento y con la vida cotidiana. Los síntomas generalmente se desarrollan lentamente y se intensifican con el tiempo, hasta que son tan graves que interfieren con las tareas cotidianas.
 
Al principio era considerada como demencia presenil y en las últimas décadas se ha convertido en uno de los problemas socio sanitario más importante debido a las repercusiones socioeconómicas que conlleva. Este aumento, tanto de la prevalencia -cantidad de casos- como de la incidencia -nuevos casos- se debe fundamentalmente al envejecimiento poblacional que es causado por el incremento de la esperanza de vida y de la disminución de la mortalidad.
 
Se caracteriza por un deterioro cognitivo insidioso y progresivo, principalmente, de la memoria reciente con repercusión funcional secundaria ,es decir la pérdida de las actividades cotidianas, así como también por la aparición de modificaciones en el estado de ánimo y la conducta. Presenta alteraciones en tres pilares fundamentales: cognitivos, funcionales y no cognitivos o conductuales.
 
 
 
Alzheimer: la historia de una enfermedad que desafía a la ciencia
 
En la primera década del 1900, el médico psiquiatra alemán Alois Alzheimer quedó sorprendido con los síntomas del comportamiento de Auguste Deter, de 51 años. Su paciente sufría la pérdida de memoria de corto plazo y alucinaciones auditivas, y el médico se preguntó por qué. La pregunta pasó a ser su obsesión. Cinco años después, la paciente -que había pasado a vivir en un asilo en Frankfurt- falleció. 
 
Alzheimer conservó la historia clínica y estudios de su cerebro y se los llevó a Múnich para trabajar en el laboratorio de un pionero de la psiquiatría, Emil Kraepelin. 
 
Al hacer la autopsia del cerebro de la paciente, el médico Alzheimer observó que la corteza cerebral era más estrecha de lo normal y, además, que existían dos tipos de anomalías muy llamativas. Había placas de amiloide, que son depósitos de una proteína entre las neuronas, y ovillos de otra proteína llamada tau. Esas anomalías están asociadas a la reducción de la función de las neuronas. 
 
Dos estructuras anormales llamadas placas y ovillos podrían ser las principales sospechosas de dañar y matar las células nerviosas.
 
1. Las placas son depósitos de un fragmento de proteína llamado beta-amiloide que se acumula en los espacios entre las células nerviosas.
 
2. Los ovillos son fibras retorcidas de otra proteína llamada tau, que se acumula dentro de las células.
 
Los científicos desconocen la función exacta que las placas y los ovillos desempeñan en la enfermedad de Alzheimer. La mayoría de los expertos cree que, de alguna forma, desempeñan una función crítica en bloquear la comunicación entre las células nerviosas y alterar los procesos que las células necesitan para sobrevivir.
 
La destrucción y la muerte de las células nerviosas causan fallas en la memoria, cambios en la personalidad, problemas para desarrollar las actividades diarias y otros síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
 
Alzheimer murió en 1915, y el mundo biomédico lo reconoce no sólo por su original descripción de una enfermedad sino también por ser un modelo de investigador clínico. Estableció estándares para comprender desórdenes neurodegenerativos con una cercana relación clínica con sus pacientes y utilizó herramientas científicas para explicar cómo los síntomas se asociaban a cambios físicos en el cerebro. 
 
Otros investigadores siguieron su búsqueda para comprender de qué se trata la enfermedad. En 1931, los alemanes Max Knoll y Ernst Ruska inventaron el microscopio electrónico, que permitió hacer mejores estudios del cerebro. En 1968, se desarrolló la primera escala de medición para evaluar el deterioro cognitivo y funcional en personas mayores. 
 
Recién en 1976, la enfermedad de Alzheimer fue reconocida como una forma frecuente de demencia, a partir de que el neurólogo estadounidense Robert Katzman publicara un editorial en Archives of Neurology y advirtiera que la enfermedad era un desafío de salud pública. Desde entonces se fue aumentando la concientización sobre la enfermedad en el mundo y se crearon asociaciones de pacientes y familiares, como AUDAS Asociación Uruguaya de Alzheimer y Similares, una institución sin fines de lucro creada en 1991.
 
 
 
¿Qué observar?
 
El síntoma temprano es la dificultad para recordar información recién aprendida.
 
Igual que sucede con el resto de nuestro cuerpo, el cerebro cambia a medida que envejecemos. La mayoría de nosotros en algún momento notaremos una capacidad de pensamiento más lenta y problemas ocasionales para recordar ciertas cosas. 
 
Sin embargo, la pérdida de memoria grave, la confusión y otros cambios importantes en la forma en la que funciona nuestra mente puede ser un signo de que las células del cerebro están fallando.
 
La manifestación primaria es la pérdida de la memoria que impide aprender o retener información, lo aprendido se olvida con gran facilidad porque los cambios ocasionados por el Alzheimer generalmente comienzan en la parte del cerebro que afecta al aprendizaje. 
 
En el proceso se manifiestan otras alteraciones de otras áreas cognitivas: como el lenguaje y la orientación en el tiempo- espacio. La desorientación, cambios en el humor y el comportamiento; confusión cada vez más grave en relación con eventos, horas, lugares, personas; sospechas infundadas sobre familiares, amigos y cuidadores profesionales; son cada vez más graves y finalmente, dificultad para hablar, tragar y caminar.
 
Del mismo modo se ven presentan alteraciones no cognitivas o conductuales, como pueden ser la depresión, delirios, insomnio, apatía y ansiedad. Otra manifestación se da en la pérdida de capacidad funcional, como ser el abandono progresivo, higiene, al momento de vestirse, ir al baño, hábitos, dificultad para el manejo del dinero, olvidos en la medicación y desinterés en  las tareas cotidianas.
 
 
 
Curso evolutivo 
 
Ante la aparición temprana de trastornos de la memoria, es esencial realizar una consulta médica para completar esta información con test cognitivos y elaborar un diagnóstico preciso. Es muy importante que se asista en compañía de un acompañante que conozca en detalle la situación y que a la vez pueda ser capaz de recepcionarla, procesarla más allá del dolor o la desesperación del momento,  para trasmitirla de una forma clara al núcleo familiar.
 
Las personas con pérdida de memoria y otros signos posibles de Alzheimer pueden tener dificultad para reconocer que tienen un problema. Los signos de demencia pueden ser más obvios para los familiares o amigos y asimismo muchas veces no se identifica, no se logra ver, asimilar, aceptar y re- accionar. Esa es la situación más frecuente en éste tipo de patologías neurodegenerativas. 
 
Es importante y esencial buscar asesoramiento y guía con en profesional adecuado, para acompañar en al paciente, y ser apoyo y referente para su familia y cuidadores. 
 
El diagnóstico temprano y los métodos de intervención mejoran notablemente, las opciones de tratamiento y las fuentes de apoyo pueden mejorar mucho la calidad de vida.
 
 
 
Cuidados
 
Éste se encontrará estrechamente vinculado a la etapa evolutiva. Las medidas no farmacológicas son útiles al inicio y se destacan las siguientes: la estimulación cognitiva, la actividad física, la recreación social, los vínculos de apoyo. 
 
Además, hay que tener en cuenta que aunque los trastornos de la memoria son frecuentes en los adultos mayores, no forman parte del envejecimiento normal. Por consiguiente, ante la aparición de cambios de memoria será necesaria la valoración médica. 
 
Te invitamos a evacuar todas tus dudas con un especialista y también a sumarte a las iniciativas que se desarrollan durante el día mundial.
 
 
 
¿Es posible prevenirlo? 
 
O mejor dicho, que debemos hacer para minimizar la amenaza.
 
Primero teniendo en cuenta que hay dos tipos de factores en esta patología; los que puedo controlar y los que no, los que puedo prevenir y los que no tengo influencia, los factores de riesgo no modificables y los modificables.
 
Los factores de riesgo no modificables, aquellos que no están en nuestras manos, como puede ser:
 
o La edad, sin embargo, muchas personas preservan sus capacidades cognitivas hasta edades muy avanzadas 
 
o Los factores genéticos y evolutivos de cada persona. es importante saber que el Alzheimer no es una enfermedad hereditaria. Solo en un porcentaje muy pequeño, concretamente el 1%, su causa puede atribuirse directamente a la genética. 
 
En el resto de casos, hablamos de un 99%, hay ciertos genes que pueden conferir una mayor vulnerabilidad para desarrollar la enfermedad, pero, en sí mismos, no son determinantes. 
 
Este efecto genético, de hecho, está influido y modulado por otros elementos: los factores de riesgo modificables.
 
Por ese motivo y más que nunca, debemos actuar en los factores modificables, con voluntad y paso firme y constante podemos modificar e invertir en  prevención.
 
Los factores de riesgo modificables; hablamos de los relacionados con la salud cardiovascular y el estilo de vida.
 
o Los factores de riesgo cardiovascular hacen referencia a ciertas condiciones médicas, como la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol, el tabaquismo o la obesidad. 
 
El control de estos factores tiene que ver, además de con el seguimiento médico, con el estilo de vida. 
 
o Estilo de vida: el sedentarismo o una dieta poco saludable repercutirán en la salud cardiovascular y, secundariamente, en la salud cerebral, por aquello cada vez más evidente de que lo que es bueno para el corazón, es bueno para el cerebro. 
 
o Por otro lado, estar activo mentalmente también son algunos aspectos relacionados con el estilo de vida que impactan en la resistencia de nuestro cerebro para hacer frente a la patología. 
 
Modificar, controlar, cambiar a una alimentación saludable, acabar con el sedentarismo, dejar el tabaco, mantener una vida social activa y estimular nuestra mente.
 
 
 
Qué podemos hacer para reducir los factores de riesgo del Alzheimer?
 
Cinco consejos para prevenir
 
Nunca es tarde para empezar a cuidarse y adoptar hábitos de vida más saludables. 
No es casual que este mes de septiembre se conmemoren dos días de vital importancia en la prevención; la Semana del corazón y el Día mundial del Alzheimer; estos cambios no solo serán beneficiosos para nuestro corazón, sino también para nuestro cerebro.
Está en nuestras manos actuar para reducir la probabilidad de que se manifiesten los síntomas de la enfermedad de Alzheimer. 
 
 
¿Cómo? 
Modificando nuestros hábitos de vida hacia otros más saludables, incidiendo así tanto en la salud cardiovascular como en la cerebral.
 
 
Estas son cinco cosas que podemos hacer para ayudar a prevenir el Alzheimer:
Cambia tus hábitos. Es importante dejar a un lado los excesos, no fumar, mantener un peso saludable, procurar un sueño reparador y evitar el estrés crónico.
 
Controlar la hipertensión, el colesterol, la obesidad y la diabetes. Es importante llevar un buen control de los factores de riesgo vascular con nuestro médico de cabecera.
 
Adopta una dieta mediterránea, Es la más recomendada, porque es un modelo de nutrición saludable y rico, que asegura el aporte de nutrientes necesario y equilibrado, además de ser adaptable a las distintas condiciones médicas. Incorporar el aceite de oliva virgen extra, frutos secos, legumbres, verdura, fruta y pescado. Hay que evitar los alimentos procesados, las grasas saturadas y las carnes rojas y embutidos en exceso.
 
Incorpora la actividad física en tu vida cotidiana. No es necesario hacer grandes esfuerzos, pero sí salir todos los días a andar y moverse. Cualquier actividad adaptada a las características de cada persona puede ser francamente saludable. 
Además de los beneficios de practicar cualquier deporte adaptado a nuestros gustos y posibilidades, hay otras opciones para incorporar la actividad física en nuestra vida cotidiana. Salir a pasear, hacer las tareas de casa o jugar con los niños también cuentan como minutos de ejercicio diario.
 
Mantén la actividad cognitiva y social. Plantear pequeños retos a nuestra mente. Participar en talleres, cursos, leer o sencillamente resolver crucigramas son algunos ejemplos de actividades que podemos realizar en nuestro día a día y que nos ayudarán a mantener activo nuestro cerebro.
 
Hay otros hábitos de vida que, aunque no inciden directamente en la salud cardiovascular, pueden potenciar la resistencia de nuestras neuronas a las alteraciones patológicas. 
 
Así, es clave mantener activo nuestro cerebro y trabajar nuestra reserva cognitiva, por ejemplo, con retos mentales, que nos supongan un cierto esfuerzo, y con nuevos aprendizajes. 
 
Tener una vida social activa. Las relaciones sociales son excelentes para mantener activas las conexiones neuronales. Relacionarse y estar en contacto con el entorno familiar y el círculo de amigos, así como conocer gente nueva, es beneficioso para nuestro cerebro.
 
La actividad social nutre la actividad cognitiva cerebral y puede alejarnos de algunas patologías mentales perjudiciales para la salud del cerebro. 
Los expertos estiman que, controlando los factores de riesgo modificables, se podrían evitar uno de cada tres casos.
 
El objetivo de este lazo de comunicación que hoy comienza  es poder hablar del tema, conocerlo, crear empatía, perder miedo, conocer, accionar estos aportes y ser capaces de fortalecer nuestra salud y reducir el riesgo. Por sobre todo enriquecernos y cuidarnos para alcanzar una longevidad saludable y plena. 
 
 
Carla Bella
Gerente de RSE 
 
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